Claves para ser una persona más resiliente
Nos encontramos en una situación que genera mucha incertidumbre y cuyas consecuencias nos afectan a todos directa o indirectamente a diferentes niveles. A pesar de ello, somos testigos de cómo ante las adversidades hay personas que son capaces de afrontarlas, adaptarse y salir incluso fortalecidas de ellas. A estas personas se las denomina resilientes.
La resiliencia es una característica que puede aprenderse, puede fortalecerse y, por tanto, entrenarse. ¿Pero qué se puede hacer para fomentar esa resiliencia? Las profesoras de Psicología y Pedagogía de la Universidad CEU San Pablo, Gema Pérez Rojo y Cristina Noriega señalan que «no necesitamos superhéroes, necesitamos personas que aprendan, se adapten y crezcan».
Cómo aumentar la capacidad para adaptarse a las situaciones adversas
La resiliencia es una habilidad que ha demostrado ser clave en el bienestar psicológico de las personas durante la pandemia por la COVID-19. El equipo de investigación del que forman parte está elaborando un estudio en el que han encontrado que, durante la primera ola de la pandemia, el 45% aproximadamente de casi 3300 personas de 18 años o más presentaban una elevada resiliencia.
Para desarrollar esta capacidad, las profesoras han destacado diez puntos decisivos:
1. Mantener hábitos saludables. En circunstancias normales el desarrollo de hábitos saludables ha demostrado su importancia para mantener a las personas sanas. En circunstancias difíciles como la actual, estos hábitos son aún más importantes siendo fundamentales para mantener y favorecer tanto la salud física como la mental. Entre los hábitos saludables se incluye la alimentación equilibrada, un buen patrón de sueño, realizar actividad física y evitar hábitos nocivos como el tabaco o el alcohol.
2. Crear rutinas. Las rutinas facilitan la sensación de normalidad. Por tanto, hay que intentar seguir realizando aquellas actividades que se hacían previo a la pandemia, aunque sea con modificaciones (como la docencia online o el teletrabajo). Pero también se pueden crear rutinas nuevas en función de los recursos o las necesidades que cada uno tenga. Las rutinas nos sirven para combatir las preocupaciones, mantenernos centrados y focalizados.
3. Centrar la atención en los valores esenciales. Tener claro y concentrarse en lo que es prioritario, en lo importante, en definitiva, en lo que cada uno valora. La situación en la que estamos puede aumentar la probabilidad de distracción, de confusión y que se pierdan de vista los objetivos fundamentales de cada uno, los propósitos.
4. Ver las situaciones como retos. Una misma situación puede ser percibida como un problema o como un desafío. En el primer caso, es más probable que la persona vea la situación como algo que no depende en absoluto de él o ella y que está fuera de su control, lo que puede llegar a bloquearle y que su estado de ánimo se vea afectado. En cambio, percibir las situaciones difíciles como un reto fomenta la motivación, la búsqueda de alternativas, en definitiva, nos lleva a la acción.
5. Ser persistente y aprender de los errores. Es en los momentos en los que uno se equivoca o no salen las cosas como espera cuando uno suele pararse a pensar, reflexionar sobre lo ocurrido y buscar soluciones, especialmente si aquello que uno desea es algo significativo para la persona. Que esas situaciones ofrezcan la oportunidad de crecer y de desarrollar la mejor versión de uno mismo.
6. Aprender a identificar, comprender y manejar las emociones. Es importante ser consciente de los cambios corporales que se producen cuando experimentamos diversas emociones, así como saber ponerles nombre. Eso permitirá poder buscar las causas de esas emociones para comprenderlas y que eso nos ayude a poder gestionarlas, de manera que no se desborden y nos abrumen.
7. Identificar cuáles son los puntos fuertes de cada uno y qué aspectos hay que mejorar. Todo el mundo tiene ciertas cualidades que le han ayudado en diferentes momentos a solucionar una situación o a sobrellevarla mejor. El autoconocimiento es fundamental para detectar estos elementos. Para ello, uno puede reflexionar sobre alguna vez que superó un reto, por qué cree que lo superó, y lo que aprendió de él.
8. Aceptar que hay cosas que podemos controlar y otras no. No se puede intentar conseguir un control absoluto, hay situaciones en las que tenemos un papel clave y podemos actuar sobre ellas, pero otras no dependen de nosotros y lo más saludable es aceptarlo, pero sin resignación.
9. Aceptar que el cambio forma parte de la vida. La vida es continuo cambio, aunque hasta ahora no hayamos sido completamente conscientes de ello. Por ello es importante aprender a adaptarse a los cambios y manejar la incomodidad que surja ante los mismos.
10. Mantener y cuidar el contacto social. Somos seres sociales y la soledad y el aislamiento pueden tener consecuencias muy negativas sobre nuestra salud física y psicológica. Estos momentos requieren de distancia física de los demás, pero eso no significa que no podamos contactar con ellos de forma diferente. Vivimos en la sociedad de la tecnología con multitud de opciones para mantener el contacto con los demás y «sentirnos cerca» de las personas que nos importan.