Educando en el desarrollo del espíritu crítico
En el colegio educamos a nuestros alumnos en el desarrollo del espíritu crítico. El espíritu crítico es la capacidad del ser humano de cuestionar los principios, valores y normas que se le ofrecen en el entorno en el que se desenvuelve, siendo capaz de formarse un criterio propio que le permita tomar sus propias decisiones en las distintas situaciones que se le presentan.
Es decir, el espíritu crítico posibilita al alumno pensar de manera diferente, en lugar de legitimar lo que ya se conoce.
Educamos a no ser conformistas con aquello que conocen o aquello que les ha venido dado. Les enseñamos a valorarlo, a tener la cabeza abierta para entrar en diálogo con el mundo en el que están, y también a salir de su zona de confort poniéndose a prueba.
Desarrollar el sentido crítico pasa por preguntarse por aquello que uno ve, escucha, siente… y a no conformarse con la primera respuesta.
En el colegio, queremos formar personas para la acción, queremos alumnos activos. Para ello, nos apoyamos en estas tres patas, porque educar es trabajar los tres lenguajes, el de las manos, la mente y el corazón:
- Pensamiento: crítico y creativo.
- Conocimiento: excelencia y acompañamiento.
- Valor moral: identidad católica, equilibrio emocional.
Queremos formar cerebros y corazones competentes, con inquietudes, afanados en la búsqueda de la verdad, la defensa de la libertad y de la justicia. Con espíritu crítico, sensibilidad social, compromiso a la acción. Todo esto entronca de forma clara con la doctrina social de la iglesia.
El papel del equipo docente
El equipo docente, a través de una metodología individualizada, se convierte en un apoyo fundamental de los alumnos, facilitándoles herramientas que les ayuden a desarrollar nuevas destrezas y el espíritu crítico.
El profesor hace que el niño piense, se desarrolle pensando y sea capaz de lograr autonomía en su pensamiento.
Su papel es guiar y presentar objetivos retadores a los estudiantes para que aprendan a usar una buena forma de pensar -destrezas superiores de pensamiento y no solamente memoria- aplicadas en el aprendizaje del contenido. Introducir estas habilidades de pensamiento y practicarlas tanto solos como en grupos de trabajo es el principal papel del profesor en esta nueva metodología, no simplemente dar lecciones magistrales y transmitir información para un aprendizaje memorístico.
Su visión está orientada al perfeccionamiento y desarrollo de competencias académicas y personales, con el compromiso de educar a las nuevas generaciones en el valor del esfuerzo, el espíritu crítico y creativo.
En nuestras anclas está la forma en que miramos a los adolescentes; este es el inicio. Miramos a nuestros alumnos como entes pensantes y transformadores, que actúan sobre la sociedad, sobre su entorno, y además esa mirada y esa transformación es una mirada fundamentalmente ética, dirigida hacia el bien.