La educación en valores ayuda a prevenir la adicción a las redes sociales
Los adolescentes más vitales y con más autocontrol tienen menos niveles de adicción a redes sociales. La espiritualidad predice un menor uso excesivo de redes sociales y mayores niveles de bienestar psicológico predicen menores niveles de adicción, así como obsesión, falta de control y su uso excesivo. Estos son los primeros avances del proyecto de investigación ‘Relación del uso de redes sociales con los valores personales, fortalezas y bienestar psicológico en jóvenes españoles’, cuyo objetivo es conocer el tipo de uso y el nivel de abuso que hacen los jóvenes de las redes sociales y relacionarlo con las fortalezas del carácter y el bienestar psicológico.
La profesora de Psicología de la Universidad CEU San Pablo y codirectora del estudio, Cristina Noriega, ha presentado estos datos preliminares en la jornada ‘Avances en la Investigación de las adicciones comportamentales’, organizada por el Instituto de Estudios de las Adicciones de la Universidad CEU San Pablo. Los resultados ofrecen indicadores para desarrollar futuros planes de prevención del uso problemático de las redes sociales en adolescentes, a través de la educación en valores y la promoción de virtudes y fortalezas del carácter, así como ayudando a los jóvenes a incrementar sus niveles de bienestar psicológico a través de la autorrealización y el desarrollo de actividades que le den un propósito vital.
El desarrollo de las virtudes y las fortalezas del carácter trae consigo numerosos beneficios al permitir un mejor afrontamiento de las dificultades y al desarrollo de rasgos positivos del carácter, como puede ser la inteligencia emocional, el amor, la espiritualidad, la curiosidad o la templanza, entre otros. Del mismo modo, el bienestar psicológico (autorrealización) ha sido considerado tradicionalmente una variable protectora de la salud mental al permitir al adolescente sentir que está satisfaciendo sus necesidades básicas y propósitos vitales.
Noriega ha presentado los resultados preliminares de 170 adolescentes de diferentes centros de la Comunidad de Madrid, entre 14 y 17 años. Entre ellos cabe destacar un uso de las redes sociales de una media de 3,25 horas diarias. Las puntuaciones medias de adicción a redes sociales se encuentran dentro del percentil 75, encontrándose puntuaciones altas en el 30,4%, 37,4% y 54,4% de los sujetos en obsesión, falta de control y uso excesivo de las redes sociales, respectivamente.
La codirectora del estudio señala que, en principio, las redes sociales no tienen por qué ser negativas. “Realizando un buen uso pueden ofrecer muchas ventajas, muchas las hemos vivido en la pandemia por la COVID-19, permitiendo establecer y mantener el contacto social, facilitando las relaciones interpersonales y el bienestar psicológico al cubrir esa necesidad de sentirse acompañado”, explica Noriega.
Pero, apunta, que también pueden presentar una serie de dificultades si no se realiza un uso adecuado de las mismas. La profesora de la Universidad CEU San Pablo explica que la adicción a las redes sociales no está, aún, formalmente recogida en la nosología psiquiátrica, pero muchos autores la consideran una adicción comportamental cuando las redes sociales generan consecuencias adversas como resultado de un uso excesivo y compulsivo junto con una falta de control.“Independientemente de que haya o no adicción, si las redes sociales no son utilizadas de una manera adecuada pueden exponer a los adolescentes a situaciones de riesgo y generar problemáticas que pueden afectar significativamente a su salud mental y física, provocando un importante impacto negativo en la vida del adolescente”, subraya la profesora de la CEU USP.
Es importante tener en cuenta que el adolescente está en un momento de cambio a nivel físico, psicológico y social. El adolescente debe resolver la crisis de la identidad, contestando a las preguntas «quién soy», “cuáles son mis valores” y “cuál es mi filosofía de vida”, diferenciándose de las expectativas y los deseos de los padres. Como toda crisis, la adolescencia implica una serie de pérdidas que pueden ser vividas con angustias, inseguridades y aflicción. Pero también implica la adquisición de nuevos logros y competencias, crecimiento y renovación. Los padres, los profesores y los educadores juegan un papel fundamental en el acompañamiento del adolescente en su transición hacia un adulto responsable y autónomo. Todo lo anterior lleva a la necesidad de estudiar no solo los factores de riesgo, sino también los factores que protegen a los adolescentes del uso inadecuado de las redes sociales.
Este estudio, liderado por las profesoras de Psicología de la Universidad CEU San Pablo, Cristina Noriega García y Gema Pérez Rojo, cuenta con la colaboración de las investigadoras Marta Méndez Rico, Cristina Cruz Gómez, Bárbara Orejuela Carmona y Sofía Sierra Sancho. Actualmente han participado 378 jóvenes, aunque seguirán recolectando muestras durante el curso próximo.
Por su parte, el director del Instituto de Estudios de las Adicciones, Luis Fernando Alguacil, ha presentado una ponencia sobre la adicción a la comida. Ha señalado que tendría elementos semejantes a otras adicciones comportamentales (“adicción a comer”) y también a las adicciones a sustancias, ya que “distintos tipos de alimentos parecen provocar efectos específicos directos sobre el sistema cerebral de recompensa que en algunos casos serían semejantes a los que provocan las drogas de abuso”. Alguacil ha presentado su investigación de marcadores biológicos de adicción a la comida en modelos animales y en humanos, lo que ha permitido identificar moléculas asociadas a los cambios conductuales y neuroquímicos propios de cualquier adicción. Es más, los niveles plasmáticos y algunas variantes genéticas relacionadas con una de estas moléculas, en concreto (clusterina), parecen estar también relacionadas con el consumo de alcohol, cocaína y tabaco en humanos. Para Alguacil, estos datos apoyan la idea de que “la adicción a la comida es un fenómeno definible en términos biológicos y, por tanto, apoyan su reconocimiento como una nueva entidad nosológica”.