¿Qué esperamos y deseamos de la educación?
Es importante tomar conciencia de qué tipo de educación queremos, y entender cómo influye en el desarrollo, evolución y maduración de los jóvenes.
Nélida Pérez, Consultora en psicología educativa, Genius Minds School, y miembro de la mesa de expertos del Observatorio de empleabilidad Job Lab CEU-Santander que analiza la figura del orientador en los colegios, defiende que la educación es una responsabilidad que nos atañe a todos.
Una responsabilidad que pertenece a todos y cada uno de los agentes que intervienen de forma activa o pasiva, pues de todos depende la forma en la que los jóvenes crecerán, entenderán el mundo y se relacionarán con él y con sus iguales.
La educación es una responsabilidad de todos
Existe una gran necesidad de detenernos a pensar y a entender la situación actual del mundo que nos rodea para entender mejor esa educación emergente, que clama nuevas respuestas ante una nueva sociedad cada vez más compleja, que necesita ser atendida y sanada.
Por eso, nos preguntamos: ¿qué deben recibir nuestros alumnos para construir el mundo que queremos, para que desarrollen estructuras psíquicas, emociones y sociales sanas? Seguramente, una educación que les habilite para encontrar su talento, sus pasiones, que les sirva para evolucionar como seres empáticos, respetuosos, comprometidos en una meta individual, pero también en una meta colectiva y social, en armonía y respeto con su entorno, con su planeta.
Saber ser, y saber vivir
Pero, ¿cómo hacerlo? Este es nuestro reto. Proponemos tener en cuenta los siguientes aspectos:
- Educar en un ambiente donde la creatividad, la iniciativa, el emprendimiento y el respeto se vivan.
- Una escuela donde profesionales y familias aprendan a observar sin juicios, permitiendo el pleno desarrollo intelectual (talentos), emocional y social de los alumnos.
- Con metodología que favorezca la autonomía y desarrollo personal. Que atienda los paradigmas, creencias, y motivaciones de los alumnos, y contribuya a que éstos sean potenciadores y no limitadores.
- Una escuela que reconozca, acompañe y atraviese los miedos de alumnos, docente y familias. Donde el fracaso y la incertidumbre sean bienvenidas como experiencias de atrevimiento y superación. Donde las situaciones vividas sean aprendizajes para el afrontamiento y la resolución de conflictos.
- Una escuela sin puertas, donde las familias participen, y toda la comunidad se comprometa. Un mundo educativo, que genere experiencias que contribuyan en la construcción de un autoconcepto y autoestima sana y fuerte en todos nuestros alumnos.
- A través de una educación inclusiva, que evite roles automáticos de víctima, verdugo o salvador. Que conceda tiempo a pensar, considerando el pensamiento analítico, lógico, reflexivo, crítico, creativo, sistémico, complejo, divergente, convergente, y su interconexión.
- Pero no sólo donde se aprenda a pensar bien, sino también a sentir, a través del desarrollo de la Inteligencia emocional, que habilite al alumno a percibir, comprender y regular sus emociones y las de los demás. Y, junto con las habilidades sociales, la asertividad, la resiliencia, las fortalezas y virtudes, que eduque en la conciencia del ser. No es lo que sabemos, sino, quienes somos lo que nos ayudará a alcanzar una vida de éxito y bienestar.
- Una escuela que vuelva a la calma, a la sencillez del aprender desde la tranquilidad, el respeto, el afecto, con metodologías vivenciales y activas, que centren la mirada en los potenciales y singularidades de cada niño.
Quizás tengamos que reconstruir, quizás añadir, o quizás romper, para alcanzar la escuela soñada, pero ¿en qué escuela sueñas tú? No podremos alcanzar la escuela que queremos si antes, no podemos soñarla. Aprendamos a soñar.