Ante la tecnología, sentido común
Raül Adames, director del área Colegios CEU, reflexiona en una entrevista para Hacer Familia sobre cómo encarar en los próximos años el uso de la tecnología, como las pantallas, por parte de menores:
Pregunta: La pregunta del millón: ¿móvil sí, o móvil no?
Respuesta: En los colegios, móvil no. En las familias, la respuesta necesita incluir más matices. Lo ideal es retrasar la llegada del móvil mínimo hasta los 16 y de manera controlada, pero en cada familia hay que valorar qué es realista.
P: Ahora surge la corriente del “móvil no», pero la realidad con la que se encuentran muchos padres es que sus hijos ya tenían móvil mucho antes de los 16. ¿Qué les diría a estos padres?
R: Ya son muchos los padres que han dado el teléfono móvil a sus hijos y es momento de recuperar territorio. La manera de lograrlo es el diálogo con los hijos. Es muy difícil quitar el móvil de la noche a la mañana, pero es más realista tomar medidas de limitar su uso en momentos concretos del día. Y, sobre todo, hablar, hablar mucho con ellos, de lo que pasa en sus redes sociales, de lo que ven en sus pantallas.
P: A veces, cuando hablamos de tecnologías y menores, da la sensación de que son incapaces de darse cuenta de lo que les está pasando. Pero los chicos no son tan ingenuos, ¿no?
R: No. Para nada. Los chicos se dan cuenta de los problemas que genera el móvil. Además, se quedan impactados con determinadas imágenes que les llegan a través de los móviles. No olvidemos que hay una derivada grave e importante que es el uso de la pornografía.
P: Al final, los chicos agradecen que les ayudemos con los móviles.
R: Indudablemente, cada vez que ponemos límites, muchos adolescentes lo convierten en una “batalla» que es necesaria en la relación con ellos. Pero, lo cierto, es que lo que los chavales quieren son esos límites. No te lo van a verbalizar así, pero la realidad es que el reproche más importante que nos hacen es la sensación de indiferencia por parte de sus adultos de referencia.
P: Hay otra cuestión sobre la mesa: el uso de tecnologías en la educación: tabletas, portátiles y otros dispositivos que el alumno maneja a diario. Ya se había empezado a trabajar con ellos y, con el estallido de la pandemia y el confinamiento, su uso se extendió. ¿En qué punto nos encontramos?
R: Acabada la pandemia, nos dimos cuenta de que esa irrupción de la tecnología se produjo sin las necesarias preguntas previas: ¿los alumnos comprenden más lo que leen? ¿Aprenden más? Sabemos que tienen más acceso a la información, pero ¿eso supone que la aprendan mejor? ¿Cómo queda el papel del profesor en esta situación? ¿Cuál es el papel de la memorización en el aprendizaje? Las leyes educativas no están ayudando mucho y ahora estamos viendo unas consecuencias graves que se ponen de manifiesto en los estudios que están viendo la luz, como el reciente informe PISA.
P: ¿Y ahora qué tienen que hacer los centros educativos? ¿Poner pie en pared? ¿Revisar?
R: Con la tecnología, tenemos que recuperar el sentido común educativo. Los profesores de toda la vida saben qué modelo les ha funcionado siempre y evitan lo que ha provocado un bajón en el nivel educativo.
La tecnología no es el único factor que está provocando esta situación. Hay numerosos factores sociales y familiares que también tienen impacto. Influyen también aspectos controvertidos como el volumen de inmigración en las aulas en ciertas ciudades o centros escolares.
P: Pero dentro de esa oferta educativa, el mercado laboral no para de recalcar que necesita nuevos trabajadores que estén preparados para un entorno digital.
R: En el entorno educativo tenemos que entender que no podemos enseñarles a hacer bien un documento formal si no presentan nada que contar, que no pueden manejar una hoja de cálculo si no hay detrás unas cifras que explotar. Efectivamente, hay que enseñarles a usar esas técnicas, pero al servicio de un saber. Ocurre lo mismo con la oratoria.
P: ¿Cómo sabemos en una familia cuándo el problema de la tecnología se nos ha ido de las manos?
R: Lo primero que tenemos que revisar es nuestro propio comportamiento, el de los adultos: ¿qué uso hacemos los padres de los móviles cuando estamos en casa? Esa integración nos permite establecer límites claros: uso en los lugares de paso de la casa y con horario restringido, hablar del contenido de las redes, que el dispositivo no sea de uso exclusivo del menor hasta los 16 años, pueden ser algunos ejemplos.
Técnicamente es fácil detectar el uso de ciertas aplicaciones o la visita a páginas inadecuadas.
Pero, para saber si hay un problema, nos tenemos que fijar en algunos comportamientos anómalos. Por ejemplo, si se vuelven irascibles o nos damos cuenta de que se esconden de manera evidente.
Hemos de estar atentos a su capacidad real de no utilizar las pantallas y redes sociales. Están diseñadas para generar una importante dependencia y no siempre los menores tienen la capacidad de superar esa dependencia sin ayuda del adulto.
P: ¿Esta generación es peor que las anteriores o ese es un tópico cíclico?
R: Los menores de hoy son producto de los padres y educadores que tienen. Muchas veces, al analizar bien el entorno de los niños nos damos cuenta de que los padres no son “adultos» en el sentido estricto del término, no tienen los rudimentos básicos de la educación para transmitírselos a los niños, y especialmente la aceptación del sufrimiento y del esfuerzo que son connaturales a la educación. Los menores no tienen adultos de referencia adecuados y eso influye decisivamente en su crecimiento armónico.
P: ¿Cómo son esos adultos?
R: Vivimos en una sociedad que pone el acento en la lucha por sus derechos, no en su capacidad de donación. Se ha perdido el sentido del crecimiento profesional con un sentido vocacional y la custodia de esa vocación emana unos derechos.
Los adultos tienen poca aceptación ante la frustración de su hijo. Un profesor o un padre, lo que hace es transmitir su experiencia vital. Educa según quién es. Y ese sentido de la vida se aprende de los adultos. Si ese sentido de la vida es de resiliencia, de la vida entendida como donación y, por tanto, como entrega, los niños y adolescentes lo aprenderán de esa manera.
Sonsoles Gallo, directora del proyecto Mentis de colegios CEU habla mucho de la diferencia entre bienestar y bienser. Hay muchos momentos en la vida en los que no vamos a tener bienestar porque estamos aspirando al bienser.