La adolescencia es una etapa convulsa, marcada por el cambio: psicológico, físicos, emocionales y sociales. Y nuestros hijos los tendrán que afrontar, viviendo experiencias que les provocarán inseguridad e incertidumbre pero que les ayudarán a construir su identidad adulta.
Para superar estos momentos y aprender de ellos, deberán poner en práctica la resiliencia. La resiliencia es la capacidad que cada uno de nosotros tiene para superar o adaptarse a situaciones complicadas o de incertidumbre. Una habilidad transversal que podemos fomentar y trabajar para que nuestros hijos adolescentes la desarrollen en su máximo potencial.
Una competencia difícil de aprender pero que podemos trabajar con nuestros hijos para que la desarrollen desde su más tierna infancia, proporcionándoles las herramientas necesarias para poder responder a los desafíos que aparezcan en su día a día.
Ser resilientes les ayudará a gestionar el estrés y la ansiedad de una manera más tranquila, superando los tropiezos con un mayor optimismo, sabiendo perseverar y solicitar ayuda cuando la necesiten.
Los adolescentes necesitan nuestro apoyo, nuestro amor y comprensión, que no les sobreprotejamos sino que confiemos en ellos. Retándoles y dejando que se equivoquen y que aprendan tanto del resultado final como del proceso.
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